Hace tiempo la forma como nos relacionamos en Lima es achorada y achichada, esto tiene como todo en la vida dos caras. El lado oscuro es ya bastante conocido: nos convertimos en orcos cuando estamos en el infernal tráfico limeño y adoptamos a veces formas de comunicación nivel fujitrol en las redes sociales. Pero también tenemos nuestro lado amable y esperanzador por ejemplo nuestros gustos musicales. El último concierto de Vivo X el rock fue su más vivo retrato, el plato fuerte de este evento nos deleitó con un delicioso arroz con mango: Interpol, The Strokes, Fito Páez y los inmortales Armonía 10, estos últimos fueron coreados por más de 20 mil almas en el coloso sanmarquino. La chicha peruana hace tiempo es el ritmo que mueve al Perú sin que esto signifique que no podamos disfrutar otros géneros, exactamente como cuando nos embutimos un plato de siete colores con papa a la huancaína, tallarines rojos y chanfainita.
La hipermodernidad es la era de las mezclas, las hibridaciones como las llaman los científicos sociales, pero en el Perú estas combinaciones son más extremas y bizarras. Lo único que necesitamos es mirarnos al espejo y potenciar obviamente nuestro lado agradable: el de las fusiones musicales y gastronómicas, los recurseos mil de los microempresarios y nuestra arquitectura chicha de todas las Limas. Somos chicha seámoslos siempre.